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viernes, 6 de mayo de 2022

GRITO

 Continúo caminando a paso ligero por el sendero. ¡Cuánto tiempo!. Oigo el canto de los pájaros, el susurro del viento acariciando las hojas de los árboles. ¡Qué árboles!. Disfruto del color de las flores: nardos, amapolas, margaritas,… Y allí, surcando el cielo, un águila imperial. ¡Qué hermoso!. Después, el riachuelo. La última vez que lo crucé estaba seco. Ahora, una corriente de agua pasea alegremente entre las piedras que yo recordaba secas. Me recosté, serena, sobre la hierba. Y cerré los ojos. Me retiraron las gafas de realidad virtual y mis ojos se humedecieron con pena. Volví con esfuerzo a mi habitación de aquella residencia de paredes blancas, con la esperanza de que alguno de mis hijos me llevara a ver esos paisajes que recordaba. Juntos, como cuando eran pequeños. Pero sólo es una fantasía. Los árboles ya sólo son edificios de hormigón y los ríos son carreteras de cemento. Las doce. ¿Mi tablet?. Mis hijos me llamarán en una hora. Me recosté en la cama, me abracé y cerré los ojos, con la única compañía de mis recuerdos. 

 Texto: Lidia Arjona Aguilar

No es nuestra basura pero sí nuestro planeta.

No es nuestra basura pero sí nuestro planeta. Esto lo recogimos en medio de la sierra en cuestión de una hora. Además de cartuchos hay latas y plásticos. Esto contamina el suelo, y en el suelo hay vida. Por un monte limpio sin basura.
Foto: Lidia Arjona